“Me pidieron que recomiende un diseñador para hacer la identidad de no sé bien qué cosa y te recomendé a vos. Seguro se contacta Pedro en unos días para que coordinen una reunión”, me manda un mensaje Tutu, una amiga en común que tenemos con Pedro.
En ese momento, me estaba separando de una ex y, para distraerme y tratar de no estar mucho tiempo en casa, trabajaba en un espacio de coworking. El trato que teníamos con el dueño estaba bueno, hacía el diseño y atendía el lugar a cambio de un espacio donde trabajar.
A pesar de poder elegir espacio de trabajo, siempre terminaba laburando en la cocina, me gusta trabajar de pie o a media altura siento que se hace más dinámico y llevadero. En la cocina había movimiento de personas: entraba y salía gente, olor a café, gente muy enfocada y procrastinadores de todos los colores. Eso hacía que siempre hubiese algo de qué hablar. Se armaban workshops, charlas y había emprendedores jóvenes con ganas de hacer cosas en lugar de simplemente estar sentados 8 horas cumpliendo horario.
Era fin de tarde de invierno cuando Pedro me escribe. No recuerdo bien el mensaje, pero quedamos en vernos en el coworking. Toca el timbre, entra con un Moleskine y una lapicera de tinta tipo gel negra en la mano, y nos vamos a sentar al living…
: – “Quiero hacer un logo para un colectivo de artistas”, me dice y me muestra un par de bocetos que había hecho, unas ideas rápidamente ilustradas pero con mucha expresión, como alguien que sabe lo que quiere pero no sabe como hacerlo.
: – “¿Ya tenes el nombre?” le pregunto.
: – “Se va a llamar Amantes del Fin de Tarde”.
Me cuenta cómo había nacido todo, sumado a una breve historia personal. Me gusta el proyecto, quedamos en digerir un poco todo y volvernos a encontrar. En principio, fue un ida y vuelta de ideas. Era difícil poder bajar un concepto tan temprano a algo que aún no se sabía claramente qué iba a ser.
Avanzamos con un par de bocetos muy vagos sobre ideas trilladas pero que nos ayudaban a ver por dónde queríamos ir. Era una especie de moodboard, un Pinterest casero, para ver si nos despertaba alguna idea, algún camino.
Después de un par de hojas gastadas, vemos algo que sabíamos que iba a funcionar, que tenía el concepto pero todavía era muy complejo para ser una marca. Lo que si teníamos claro era que tenía que tener un isotipo, un icono para poder identificar esta especie de club de amantes de los atardeceres de playa.
Una vez que identificamos el concepto, el camino se hizo mucho más fácil. Ahora era cuestión de empezar a simplificar la idea. Sabíamos que habíamos llegado a algo sólido, lo que no sabíamos era que nos iba a acompañar tanto tiempo.
No es fácil juntar 5 para un papi fútbol de 1 hora y mucho menos encontrar una dupla creativa que dure 15 años. Parte de ese logro se debe a que nunca nos tomamos AFT como un trabajo, como algo que HAY que hacer. Eso nos ayuda a relajar la presión sin abandonar el compromiso. Las campañas, las piezas, las fotos salen frescas. Mostramos las cosas como realmente son y a eso le agregamos diseño. Aprendimos mucho de esa especie de anarquismo creativo, que no siempre nos juega a favor, pero nos mantiene motivados y enfocados en un concepto.
Con esa misma filosofía nació este blog, un encuentro distendido, real. Una charla de viernes en el Tiki Bar.
@Pancho Gidoni (Director de Arte/Diseñador Gráfico de AFT)